"Te Prohibo". Desde niño, supe despreciar y aborrecer esta frase con todas mis fuerzas. Mi instinto nunca la digirió, mi espíritu jamás la aceptó.
Difícilmente encontraremos un detonador más fuerte para la búsqueda implacable de la libertad, que ésta frase odiosa y fascista. Es usada por los padres con sus hijos, pero sólo hasta cierta edad, cuando el crío decide usar su libre albedrío y tomar decisiones que normalmente y por psicología inversa básica, van en contravía con lo que se les prohibe hacer. Y creo que en boca de los padres, es en el único lugar en que la prohibición hace sentido. Y ni así le hacemos caso, sobre todo los que no podemos vivir bajo un yugo creado por otros, para nosotros. Simplemente, no se puede.
"Te Prohibo", frase usada por dictadores, fascistas, psicóticos dueños únicos de la verdad y mágicos desaparecedores de aquel que no comparte su manera de ver la vida.
"Te Prohibo", frase usada también por especímenes ególatras, enajenados, locos, celosos, inseguros e incultos, y con la cual esperan obtener obediencia y sumisión ante sus calenturientas ideas, especialmente, donde los argumentos para convencer son nulos, escasos o simplemente, no buscados por pereza o rampante ignorancia.
Esta semana, la palabra Prohibir suena fuerte en el mundo. Cataluña prohibe las corridas de toros y las convierte en un tema ilegal. El estado, de manera "democrática" , como le ha llamado algun pseudo periodista de cuyo nombre no quiero acordarme, corta de tajo una tradición cultural y milenaria. Cualquiera que quiera verlo, sabe que el tema es político y con un sello separatista que no es novedad en la tierra de Gaudí y que finalmente, busca deshacerse de todo lo que huela a España, empezando por el idioma de Cervantes. Política, ni más ni menos. Y como en una dictadura, el pueblo catalán a partir de ayer, sigue órdenes explicitas de su gobierno sobre que puede ver o no ver, hacer o no hacer. Triste situación, aunque reversible de forma irremediable por su misma condición anacrónica. Démosle solamente tiempo al tiempo.
La prohibición azuza a los tiranos. Hasta a aquellos timoratos que se subieron a un ladrillo y se marearon, como algunos diputados de Coahuila, quienes ya promueve el tema prohibicionista dentro del Estado. ¿Resulta entonces que un señor que se autoproclama "científico social" en su cuenta de Twitter (el diputado Jose Manuel Villegas), que ha calentado una curul por trabajo y ha cobrado sueldos ridículamente altos como premio por la fiaca encorbatada a la que se entrega todos los días, y quien por cierto, sale de funciones en diciembre por gracia divina, es el que tiene en sus manos el poder de decirme que puedo y no puedo ver en mi país?. Pues sin ningún respeto para el Diputado de marras: Está usted jodido. No pienso poner a su disposición mi voluntad y capacidad de raciocinio, solamente porque agarró bandera populista para lanzarse a algun otro hueso, perdón, puesto pagado por mis impuestos o para pegarse como una rémora a alguien que ahora tiene la posibilidad de succionar el presupuesto y repartirle las rebabas.
Si alguien no gusta de las corridas de toros, tiene todo el derecho de disentir y expresar su desagrado. También, tiene el derecho de NO IR a la plaza. También, se tiene el derecho de adoptar a un toro de lidia como mascota, aunque aún no veo a ningún antitaurino caminando por la calle con un Miura de 650 kgs, con sweatercito invernal tejido en casa y un lacito de colores alegrándole la badana, paseando histriónicamente por las Ramblas. Tampoco he visto una ganadería de reses bravas criada y cuidada por vegetarianos, hippies o miembros de PETA. Curioso caso.
Imaginemos la historia a la inversa, donde en ciudades taurinas como Nimes, la Cd. de México, Aguascalientes o Madrid, los taurinos peleásemos por OBLIGAR a toda la población a atender forzosamente los festejos de tauromaquia como una ley inquebrantable. Estaríamos prohibiendo el derecho a decidir no asistir a donde no se quiere estar. Suena terrible, verdad?. Bueno, solo se llama Lado B.
Si no nos gusta un político, tenemos la opción de castigarlo en las urnas con un voto en contra, si no nos gusta lo que los líderes religiosos dicen desde el púlpito, tenemos la opción de dejar de asistir al rito que nos causa escozor y buscar otro, si eso nos hace felices. Si no nos gusta el programa que aparece en el televisor, nuestro salvador se llama botón de ON/OFF o en su defecto, Channel, dependiendo de las ganas que se tengan de levantarse del sillón.
Pero prohibir, eso es otra cosa. Mi pequeño dictador interior se arremolina en su asiento y pide a gritos que lo deje salir, que prohiba el derecho de los demás a disentir con mi escrito. Pero ahí se quedará, sentado y maniatado, porque para que ustedes pudieran leerlo o decidir no hacerlo, debió existir primero el derecho y la libertad que me permite escribir estas lineas y lanzarlas al aire hasta donde topen y el derecho del lector para aprobar o desaprobar mis palabras.
Finalmente, y de ambos lados, se ha ejercido la libertad y ésa, ésa no debe morir.
Do something..Freely.
Aureliano García