10/2/13

MUTIS POR LA FIESTA



En este post hablaré de una de mis más arraigadas pasiones: La fiesta de los Toros. Pero sobre todo, quiero escribir acerca de un sentir muy personal que no me deja en paz hace varios meses.

Estimado lector, si es usted del gremio de abraza-árboles que considera mi sola existencia un rengloncito torcido de Dios y está listo para arremeter contra el de la letra en la sección de comentarios, ahórrese su tiempo. No pienso leerlos, mucho menos contestarlos. Use Ud. estos minutos para llegar más rápido a Bellas Artes y untarse el cuerpo de cátsup frente al más hermoso palacio de este País, construido por cierto, por un Presidente de la República que también fue un gran aficionado de cepa y Juez de Plaza. Ande, vaya. Lo veré próximamente en el McDonald´s más cercano a Ud y más lejano a esa biblioteca que lo sigue esperando.

Si Ud es taurino, le aviso que este escrito tampoco es para usted. Podrá leerlo, pero por primera y única vez, su opinión no me interesa. Es más, es el desinterés por su opinión el que me invita a escribir esta tarde de domingo. No me lo tome a mal, pero el que avisa no es traidor. Avisados están.

Ir a la plaza de toros ha sido y será , quizás, mi más grande pasión. Amo los toros, la fiesta brava y todo lo que ésta representa. Disfruto ser minoría porque la cultura tiende a segregar, cual cedazo, lo digno de lo mundano. Nada me causa mayor gusto que ir a la Plaza de Toros, vivir plenamente toda la parafernalia previa a la fiesta: la reunión con los amigos, el departir la mesa y los alimentos con aficionados de verdad, hablando sobre el cartel que se juega la vida esa tarde con gente que dedica tiempo, dinero y esfuerzo a engrandecer la fiesta con su presencia; Nunca dejaré de sentir un gusto enorme al preparar la silla, la bota y los puros para cada tarde de domingo. Y nada ni nadie podrá arrancarme el placer de portar con orgullo un pañuelo blanco para las alegrías y, más discretamente, un pañuelo negro para las tristezas.

“No cambio por un trono, mi barrera de sol”, escribiría sentidamente el flaco de Oro Agustín Lara, al sentir su inspiración desbordarse viendo un trincherazo de Silverio Pérez. El sentimiento es compartido. No será barrera, pero si un tendido, de sol o de sombra, no hay trueque que valga. Estar ahí en la plaza ejerciendo un derecho y defendiendo nada, es lo que inunda de orgullo el corazón.

Los toros han trascendido fronteras, físicas y espirituales. Han caído en Cataluña, para renacer en Septiembre de 2013 y callar esas impías bocas que los condenaron. Han hecho que las manos de escritores premios Nobel los eleven a las más altas esferas culturales y han quedado representados en los lienzos y esculturas de los artistas más aclamados del mundo. Pero sobre todo, han trascendido las barreras electrónicas, virtuales, en donde un mundillo voraz y agitado los observa, menciona, ensalza y despedaza en 140 caracteres. He sido activo participante en las redes sociales con el tema taurino, y hoy, fiel a mis principios, me retiro de ese ruedo.

Mi madre, sabia sin ágora pero profunda cual laguna nayarita de Santa María del Oro, ya lo dijo y lo dijo bien: “Mucho ayuda el que no estorba”. Y creo que en este momento, habremos más estorbosos en el tema del toro, que los que hay en el Metrobús un lunes a medio día. Mucho ha cambiado desde aquellos días en el que #SiALosToros fue Trending Topic mundial y en donde todos participábamos con un fin común,  a la sarta de estupideces que se leen hoy. Cual Gremlins en pleno aguacero, empezaron a pulular los sabios de sillón, los Pepe-Hillos con WiFi robado, los taurinos de dientes pa´fuera. Esto se llenó de falsos conocedores, de coberos sin pundonor y de reventadores de a 4 pesos. De Pepes Alamedas sin libros, de Perazas sin bronce y de Domingos Delgados de la Cámara sin un ápice de sarcasmo -el lujo de pocos- en sus venas.

Como todo en la vida, honrosas excepciones salen bien librados de esta balanza personalísima: Profesionales del micrófono dispuestos a decir las cosas como son, opuestos a la coba y a las pendejadas que algunos creen les son permitidas, por que de un batazo llegaron al frente de un micrófono taurino. Los escritores de crónicas libres de complejos e inmunes a los cañonazos de a quién sabe cuántos pesos, aun la libran como Ave Fénix en este pantano taurino. A esos los seguiré escuchando y leyendo en silencio, para aprender los sortilegios de esta fiesta que me llega al alma. Pero nada más.

Para mi, es tiempo de volver a las bases. De buscar en el toreo lo que he buscado desde mi niñez, quizás sin saberlo: Una emoción que me enchine la piel, un Olé que me haga gritar de emoción y alzar mi puño en señal de optimismo. Buscar en el toreo un lance capotero que me haga la tarde y una muleta clásica que logre sacar lágrimas de mis ojos.  Ver a un varilarguero citar de lejos y a un monosabio delinear el ruedo, seguirán siendo para mi vista, privilegios atesorados.

Me hastié de tanto expertito de marras, de leer y escucha las palabras “Cumbre”, “Figura’ y “Arte” con una falta de respeto que provoca tumbarles los frontales con solo leerlos. Ojalá y rectifiquen. La tauromaquia no merece semejantes chabacanerías escritas. Algo valioso se perdió en el camino y no pienso ser parte de este circo de lamebotas, trepadores y babosos sin educación ni oficio. No, gracias. No más.

Seguiré yendo a la Plaza y viendo las corridas en TV si no puedo, por alguna razón, estar ahí físicamente. Tendré mis opiniones, duras y descarnadas, pero las guardaré para mí o para el que desee escucharlas sin escandalizarse ni sentirse aludido. Porque necesito recuperar la verdad de esta fiesta. Necesito recuperar lo que me trajo aquí, que básicamente es, la búsqueda y encuentro de la belleza que se da en un instante, eterno, en el albero de una plaza de toros, donde una bestia y un hombre danzan con la muerte, cada domingo.

Y la voy a encontrar.

Do Something. Well, I think I just did.

Olé.

AG